Una breve exposición del rol de la Tradición en la Iglesia Ortodoxa

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«Os alabo porque en todas las cosas os acordáis de mí y conserváis las tradiciones tal como os las he transmitido». (1 Corintios 11, 2)

«Siguiendo las enseñanzas divinamente inspiradas de los Santos Padres y de la Tradición de la Iglesia Católica…» es la expresión de apertura de los cánones del Séptimo Concilio Ecuménico concerniente a la veneración de los Santos Íconos y habla de un pilar que sostiene a la fe ortodoxa y que pertenece al mismo depósito de la fe que la Escritura: la Sagrada Tradición. A diferencia de otras denominaciones donde la Tradición es utilizada para “apelar a la antigüedad”, la Iglesia Ortodoxa la considera como parte de la misma revelación divina dada por Cristo a sus apóstoles. Todos los cristianos, unidos por la Santa Tradición, componen la Iglesia; y ella es, como lo recalca San Pablo, la Iglesia del Dios vivo, columna y fundamento de la verdad.

Es por ello por lo que, en el siguiente ensayo, estaré explicando la importancia de la Tradición en la Iglesia Ortodoxa y como debe ser percibida por los miembros de otras denominaciones al momento de comprender el pensamiento del cristianismo oriental. Para ello, explicaré lo que es la revelación divina en fe ortodoxa, luego ahondaré aún más en lo que es la Tradición, su importancia, y su percepción para una posterior conclusión.

La revelación en la Iglesia Ortodoxa

El santo profeta David, inspirado por el Espíritu Santo, afirmó que el Señor se había revelado a nosotros; y esa oración cobraría sentido en la plenitud de los tiempos cuando el Verbo de Dios se hizo hombre y nos reveló los misterios de Dios. Para llevar a cabo su misión, Jesús Cristo eligió a doce hombres, les enseñó todo lo que debían de saber y les ordenó que hicieran discípulos en todas las naciones. Todo esto ocurrió en el episodio que conocemos como “La gran comisión”. (Mateo 28, 19).

Los apóstoles, luego de recibir el Espíritu Santo en Pentecostés, iniciaron su labor misionera predicando el evangelio a toda criatura. La comunidad naciente fue llamada “Iglesia” (que quiere decir asamblea) y a sus seguidores se les llamó “cristianos” y ellos “se dedicaban a la doctrina de los apóstoles” (Hechos 2, 42). La doctrina de los apóstoles son las enseñanzas de Jesús Cristo y se convirtieron en la doctrina de la iglesia primitiva. Fue recibida por los discípulos de los apóstoles y las diferentes generaciones la tomaron como la doctrina misma de Dios. Estas enseñanzas eran dadas oralmente y llegaron de generación en generación. Fue proclamada en todas partes y siempre como la doctrina de la vida eterna por la que todos los hombres y el mundo entero son iluminados y salvados.

Los santos profetas que actuaron como mensajeros de Dios al pueblo de Israel habían revelado tan solo una parte del depósito de la fe y se completaría con la revelación del Unigénito de Dios y su predicación que fue recibida por sus apóstoles y posteriores sucesores de sus discípulos.

Para conservar los misterios evangélicos, el Espíritu Santo se la entregó a su Iglesia por medio de dos fuentes: las Sagradas Escrituras y la Tradición Apostólica. Para que la revelación divina se mantuviera de manera inmutable y se sostuviera por siempre, Dios inspiró a hombres para redactar los 78 libros que comprenden las Escrituras. En la Sagrada Escritura leemos las palabras de los Profetas y de los Apóstoles precisamente como si viviéramos con ellos y los escucháramos, aunque los últimos de los libros sagrados fueron escritos en el siglo I a partir de los diferentes testimonios recogidos por los santos autores gracias a la Tradición oral de la Iglesia. De ahí que el prólogo que redactó el apóstol San Lucas diga lo siguiente:

«Ya que muchos han intentado poner en orden la narración de las cosas que se han cumplido entre nosotros, conforme nos la transmitieron quienes desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra, me pareció también a mí, después de haberme informado con exactitud de todo desde los comienzos, escribírtelo de forma ordenada, distinguido Teófilo, para que conozcas la indudable certeza de las enseñanzas que has recibido» (Lucas 1, 1–4).

Esto nos lleva, entonces, a definir a la Tradición como «la misma revelación divina que la palabra de Dios, con la única diferencia de que es la palabra de Dios transmitida oralmente a la Iglesia por Jesucristo y los Apóstoles, mientras que la Sagrada Escritura -la palabra de Dios- está contenida en libros escritos por hombres inspirados y transmitidos a la Iglesia por escrito». (Malinovskii, 1910, p.237).

A partir de dicha afirmación, procederemos a ahondar más en lo que la Sagrada Tradición respecta y como ella se ha mantenido en la Iglesia Ortodoxa desde sus inicios hasta la actualidad. Más adelante desarrollaremos la importancia de la Tradición a lo largo de la historia en los eventos del Gran Cisma y la Reforma Protestante respectivamente.

La Tradición como pilar de la fe ortodoxa

La palabra «tradición», en griego, tal como se menciona en el Nuevo Testamento, es «paradosis», que no significa, como en español, “costumbre antigua”. Su verbo afín es «paradidomill», que significa «entregar o entregar una cosa a mano». El verbo estrechamente asociado es «paralambano», que significa “recibir una cosa o tomarla”.

Dentro del contexto bíblico, la palabra «tradición» no significa «limitación del pasado», sino que significa «entregar una instrucción y recibirla». Una generación entrega la fe y otra la recibe. En ella, no existe una distinción entre recibirla por escrito o por viva voz porque ambas son de igual importancia. (Thayer, 1996).

A partir de las diferentes explicaciones que hemos hecho anteriormente, podemos definir a la Tradición de la siguiente forma: es parte de la revelación divina dada por Cristo Jesús a sus apóstoles y ellos la transmitieron por voz (o por carta) a los diferentes discípulos que tenían debido a sus misiones en sus misiones, pero que se encuentran al margen de las Sagradas Escrituras. Esta revelación reposa, por tanto, en la Iglesia y es preservada de forma intachable por la acción del Espíritu Santo a través de la sucesión apostólica. Es por ello por lo que podemos afirmar que el contenido de dicha Tradición pertenece a cada uno de los miembros de la Iglesia, pero que se manifiesta de forma conjunta a través de la Voz de la Iglesia en los Concilios Ecuménicos. Esta Tradición ayuda a la Iglesia Ortodoxa a la correcta comprensión de los misterios de la fe. Fue gracias a la Tradición que los evangelios pudieron redactarse por medio de la acción del Espíritu Santo tal cual como lo menciona el evangelista San Lucas, demostrando que ambos pilares de la fe están entrelazados uno del otro y son inseparables.

Malinovskii (1910), autor de un manual de Teología Ortodoxa, explica lo siguiente:

«La Revelación Divina fue difundida entre el pueblo y mantenida por la Iglesia no sólo por medio de la Sagrada Escritura, sino también a través de la Santa Tradición.

En los días de San Ireneo todavía había algunas naciones que no tenían ninguna Sagrada Escritura. Se contentaban sólo con la Santa Tradición o, como dice San Ireneo, “sin papel ni tinta tienen su salvación escrita por el Espíritu Santo en sus corazones y observan cuidadosamente la antigua tradición” (Adv. Haer. Ill, 4,2). La Santa Tradición en sentido estricto es aquella parte de la revelación divina que fue recibida por los Apóstoles de Jesucristo y transmitida por ellos a la Iglesia bajo la inspiración del Espíritu Santo, pero al margen de la Escritura. Es muy difícil definir concretamente la composición de la santa Tradición en el sentido estricto de la palabra, o, mejor dicho, es por el momento imposible. Su contenido es propiedad común de la conciencia colectiva de la Iglesia y se manifiesta en la Iglesia católica por ese testimonio que llamamos la Voz de la Iglesia.

La Tradición en sentido amplio implica la transmisión de la Revelación divina en la Iglesia cristiana a través de las Sagradas Escrituras y el cuidado y transferencia de su espíritu y sentido de interpretación y comprensión. La Tradición no es una fuente [separada] de la Revelación Divina en el sentido propio del término, sino que es, más bien, una guía para el uso de la Revelación Divina, o una regla para la correcta comprensión de las verdades que nos fueron dadas por la Revelación. En definitiva, es el testimonio o la voz de la Iglesia Católica.

Esta conciencia, al estar unida a la conciencia de cada uno de los miembros de la Iglesia, no podría resistir todas las condiciones que implica el cuidado inmutable de la verdad, pero sus deficiencias y debilidades son suplidas por el Espíritu Santo que siempre guía a la Iglesia de forma invisible. (p.81–94).

Como podemos observar, la Tradición es el pilar más antiguo de la revelación con la que se sostuvieron muchas comunidades cristianas previo a la conformación del canon bíblico que conocemos en la actualidad. Es decir, fue gracias a la misma Tradición que las diferentes comunidades en todo el litoral preservaron el mensaje evangélico. Fue ella quien ayudó a la formación del canon bíblico que conocemos hoy en día (puesto que evangelistas como Lucas se basaron en ella) y es con ella que podemos comprender las mismas Escrituras.

Esta Tradición, que es la voz viva de la Iglesia y que se sostiene de la doctrina de los apóstoles, fue consignada muy pronto por escrito por los Padres Apostólicos y luego en los primeros credos, cánones, liturgias, actas de los mártires, los Padres de la Iglesia y, finalmente, en toda la práctica de la Iglesia cristiana primitiva. Encontramos, pues, los signos de la Tradición Apostólica: su coherencia con ella misma y con la Escritura y el hecho de su antigüedad y su reivindicación por los Concilios Ecuménicos y su conservación por la Iglesia.

Con el devenir del tiempo, la Tradición (lex credendi) no solo se recopilaría de manera dispersa, sino que era necesario unificarla. Se podría decir, entonces, que la Tradición de la Iglesia se logró expresar de manera unánime en totalidad en el Credo Niceno-Constantinopolitano, que contiene en sí mismo todos los credos precedentes y que es aceptado por la Iglesia como la expresión de la fe inalteralbe de la ortodoxia por todos los siglos. Junto con este credo estarían incluidas todas las demás definiciones doctrinales de los demás santos Concilios Ecuménicos (como también los locales), el consenso de los santos Padres, y los credos de San Gregorio Nacianceno y el conocido bajo el nombre de San Atanasio, tal como fueron recibidos y honrados por toda la Iglesia. Todo esto acorde a los santos cánones del Concilio celebrado en Trullo (y que es conocido por algunos como “quinisexto”).

La Tradición (lex credendi) también se unificó en la liturgia y la piedad ortodoxa que heredamos de los apóstoles y primeros cristianos tal cual como lo recibieron ellos. San Basilio Magno (como se citó en el Catecismo de San Filaret, 1869) enseña acerca de este punto lo siguiente:

San Basilio el Grande

«De las doctrinas y mandatos guardados por la Iglesia, algunos los tenemos por instrucción escrita, pero otros los hemos recibido de la tradición apostólica, por sucesión en privado. Tanto las primeras como las segundas tienen una misma fuerza para la piedad, y esto no lo contradirá nadie que tenga tan poco conocimiento en las ordenanzas de la Iglesia; porque si nos atreviéramos a rechazar las costumbres no escritas, como si no tuvieran gran importancia, insensiblemente mutilaríamos el Evangelio, incluso en los puntos más esenciales, o, mejor dicho, para la enseñanza de los Apóstoles no dejaríamos más que un nombre vacío. Por ejemplo, mencionemos antes que nada el primer y más común acto de los cristianos, que los que confían en el nombre de nuestro Señor Jesucristo se signen con la señal de la cruz — ¿quién ha enseñado esto por escrito? Volverse hacia el este en la oración, ¿qué Escritura tenemos para esto? Las palabras de invocación en el cambio del pan eucarístico y del cáliz de la bendición, ¿por quién de los santos nos han sido dejadas por escrito? pues no nos contentamos con las palabras que el Apóstol o el Evangelio registran, sino que, antes y después de ellas, pronunciamos también otras, que consideramos de gran fuerza para el sacramento, aunque las hayamos recibido de una enseñanza no escrita. ¿Por qué Escritura es, de la misma manera, que bendecimos el agua del bautismo, el aceite de la unción, y la persona misma que es bautizada? ¿No es por una tradición silenciosa y secreta? ¿Qué más? La misma práctica de ungir con aceite, ¿qué palabra escrita tenemos para ello? ¿De dónde proviene la regla de la inmersión en trino? y el resto de las ceremonias del bautismo, la renuncia a Satanás y a sus ángeles? ¿No son todas de esta enseñanza inédita y privada, que nuestros Padres mantuvieron bajo una reserva inaccesible a la curiosidad y a la disquisición profana, habiendo sido enseñados como primer principio a guardar por el silencio la santidad de los misterios? pues ¿cómo era conveniente publicar por escrito la doctrina de esas cosas, en las que los no bautizados no pueden ni mirar? (Can. xcvii. De Spir. Sanct. c. xxvii.)»

Hasta este punto hemos revisado lo que significa la Tradición en la Iglesia Ortodoxa como también la manera en como ella se ha plasmado de manera eficiente tanto en la liturgia, la piedad, y los misterios (lex orandi) como también en los Concilios Ecuménicos (lex credendi). Ahora bien, tenemos que aclarar que la Tradición es dinámica y no exclusivamente estática como algunas personas han hecho ver a la Iglesia Ortodoxa. Es decir, no solo se quedó estancada hace siglos atrás sino que sigue igualmente vigente y se sigue “actualizando” hasta la actualidad.

Para ahondar aún más esta visión, Panyotis T. Bratsiotis, destacado teólogo de la Iglesia y profesor de la facultad de teología de la Universidad de Atenas, en su artículo entitulado como “Una contribución ortodoxa” (1951) dice lo siguiente:

«La Iglesia considera a la tradición como algo no sólo estático, sino también dinámico. Por otra parte, no cree que este dinamismo deba superar nunca la tradición hasta el punto de crear nuevos dogmas, ya que esto sería contrario a la conciencia y al espíritu de la antigua Iglesia Católica.

Esto, sin embargo, no significa que la tradición apostólica sea tratada en la Iglesia Ortodoxa como estática, como muchos heterodoxos piensan que es, pues en ella es considerada, y también es, dinámica, siendo el tesoro almacenado en la conciencia de la Iglesia, vivificado por el Espíritu divino que permanece en ella, un tesoro capaz de ser aclarado y expuesto, sin la alteración de su verdad esencial». (p.22)

Icono del V Concilio de Constantinopla. Fue acá cuando se decretó dogmáticamente la distinción entre esencia y energía de Dios.

Para comprender este punto, es necesario comprender que la Tradición de la Iglesia ha sido bastante dinámica a través del tiempo debido que las herejías y cismas no se han quedad estáticas sino que evolucionan con el pasar del tiempo. Luego del Gran Cisma provocado por la Iglesia de Roma y los intentos del falso unionismo, el Patriarca Gregorio de Constantinopla convocó un concilio local en el Palacio de Blachernae donde se condenó el filioque por segunda vez (ya se había hecho la primera vez en el IV Concilio de Constantinopla) y se explicó como se debía comprender este tema a partir de la luz de la Tradición. En la polémica de Barlaam y Gregorio Akyndinos, la Tradición de la Iglesia fue útil para condenar sus posturas heterodoxas y proclamar un segundo Triunfo de la Ortodoxia en el V Concilio de Constantinopla donde se definió la distinción entre esencia y energía de Dios. Con el surgimiento del protestantismo, diferentes delegados luteranos llegarían al Patriarcado Ecuménico para buscar apoyo, pero fueron duramente condenados en un Concilio local gracias a la Tradición. En una segunda ocasión, el Patriarca Dositeo II de Jerusalén convocó un Concilio en Jerusalén para condenar el calvinismo a través del uso de la Tradición. En la modernidad, los Patriarcas de las iglesias históricas hicieron una encíclica en contra de Pío IX y las innovaciones de Roma (en especial aquella de la “infalibilidad papal” y la Tradición jugó un rol importante para resolver dicho asunto.

Para comprender aún más el valor de la Tradición en la Iglesia Ortodoxa y su desarrollo en los distintos eventos históricos que envolvieron al cristianismo ortodoxo, Makarii Bulgakov, uno de los principales teólogos rusos, afirma lo siguiente en su libro de Teología Dogmática Ortodoxa:

«Esto no significa que con el fin de los Concilios Ecuménicos se detuviera el desarrollo ulterior del dogma en la Iglesia Ortodoxa.

No se detuvo simplemente porque los errores y las herejías no se detuvieron. Los principales de estos errores fueron, en primer lugar, los de la Iglesia de Roma que se separó de la Iglesia Universal, y en el Oriente Ortodoxo se celebraron una vez más concilios y se escribieron profesiones de fe precisas a medida que fuera necesario. En segundo lugar, los errores del protestantismo en sus diversas sectas también fueron más de una vez sometidos al escrutinio de los Pastores de la Iglesia Ortodoxa que, al mismo tiempo, formularon exposiciones más precisas de la fe contra estos errores para la preservación de la pureza de la Ortodoxia.

Así se han compuesto dos detalladas Confesiones de la Iglesia Ortodoxa, en las que se han desarrollado las definiciones de los antiguos Concilios Ecuménicos con especial referencia a los errores y herejías que surgieron posteriormente. Nos referimos a: La Confesión Ortodoxa de la Iglesia Católica y Apostólica de Oriente y la Epístola de los Patriarcas de la Iglesia Católica Ortodoxa sobre la Fe Ortodoxa.

Todo este desarrollo no es más que una definición más precisa y explicación de aquellos dogmas sustancialmente inmutables que ha surgido gradualmente en el curso de los siglos a causa de los diversos errores y herejías que han surgido y que no dejan de existir en el seno del cristianismo». (p. 19)

Ahora, hay que entender que, de manera generalizada, se tiene la creencia de que «Ecuménico» se refiere más al carácter imperial de los Concilios como el padre Romanides afirma. En parte, esto explicaría el porqué se hablan de «7 Concilios Ecuménicos» y el resto de Concilios universales como «Santos y Grandes Concilios Universales» como lo hace el Sínodo local de Creta de 2016. Sin embargo, es tema para otra ocasión.

En resumidas cuentas, la Tradición en la Iglesia Ortodoxa es como un músculo que está siempre activo junto con las Escrituras por la acción del Espíritu Santo para proteger la pureza de la fe en cualquier momento. Ambas son inseparables porque la vida misma del cristianismo ortodoxo depende de ellas. Con las Sagradas Escrituras somos capaces de discernir lo que es Tradición de lo que no lo es; y con la Tradición podemos comprender las Escrituras sin ningún tipo de problema y librarnos de cualquier error.

Conclusión

En suma, la importancia de la Tradición en el cristianismo ortodoxo radica en múltiples factores que se podrían resumir de la siguiente forma: la Tradición comprende las enseñanzas del Señor que fueron recibidas por los apóstoles y que ellos (los discípulos de Cristo) entregaron a sus sucesores (sea por carta o por escrito) de generación en generación, perpetuando el mismo mensaje evangélico. Sin embargo, debemos destacar que esta Tradición es solo en lo referente a los asuntos de la fe ya que es fuente de la Palabra de Dios y que se sirve de ella para completar la Escritura, así como para explicar las cosas contenidas en ella de manera general y diferenciada. Esta Tradición, de ninguna forma, puede contradecir las Escrituras porque dichas enseñanzas constituyen una parte igualmente autorizada del conocimiento cristiano acerca de la fe.

A partir de ello, los miembros de diferentes denominaciones protestantes deben tener en cuenta de que la Sagrada Escritura, por haber sido escrita para circunstancias particulares, no propone ser ni es la exposición completa y sistemática de la fe transmitida por la voz viva; y ciertamente los Apóstoles enseñaron más de lo que ellos o sus sucesores escribieron. La Escritura, en varios lugares, supone que el lector ya conoce de antemano la enseñanza verbal y declara la parte paralela a través de la palabra escrita de toda la fe cristiana que fue transmitida por primera vez de manera oral. De ahí que el santo apóstol Pablo afirme lo siguiente: “Manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido, ya sea por palabra o por nuestra epístola” (2 Tes 2, 14) y también “Os alabo porque en todas las cosas os acordáis de mí y conserváis las tradiciones tal como os las he transmitido” (1 Corintios 11, 2). Los Padres Apostólicos recurrieron a la enseñanza por la voz oral y se opusieron a los herejes, y todos confesaron la fe en la Tradición, declarando sustancialmente lo que San Basilio Magno enseña (como se citó en Filareto II de Moscú, 1869): “De las doctrinas y mandatos guardados por la Iglesia, algunos los tenemos por instrucción escrita, pero otros los hemos recibido de la tradición apostólica, por sucesión en privado. Tanto las primeras como las segundas tienen una misma fuerza para la piedad, y esto no lo contradirá nadie que tenga tan poco conocimiento en las ordenanzas de la Iglesia; porque si nos atreviéramos a rechazar las costumbres no escritas, como si no tuvieran gran importancia, insensiblemente mutilaríamos el Evangelio, incluso en los puntos más esenciales, o, mejor dicho, para la enseñanza de los Apóstoles no dejaríamos más que un nombre vacío” (De Spiritu Sancto). (Androutsos, 1907)

Por tanto, la Tradición se encuentra manifiesta en las prácticas litúrgicas, en la piedad, y en los diferentes credos, concilios ecuménicos, enseñanzas de los Padres de la Iglesia, concilios locales y confesiones de fe. Ella no se ha quedado estática sino que es dinámica en cuanto a que es la vida misma de la Iglesia que se encarga de preservarla de cualquier mancha de error por la acción del Espíritu Santo. Gracias a ella, la Iglesia Ortodoxa ha sabido dar respuesta a las presunciones católico romanas, las afirmaciones protestantes y condenar las diferentes herejías que surgían alrededor de su seno.

Referencias:

Androutsos, K. (1907). Dogmatic Theology of the Eastern Orthodox Church.

Bratsiotis, P. (1951). An Orthodox Contribution. Biblical Authority for Today, a World Council of Churches’ Symposium.

Bulgakov, M. (1883). Orthodox Dogmatic Theology. San Petersburgo. Volumen I.

Filareto II de Moscú. (1869). The Longer Catechism of The Orthodox, Catholic, Eastern Church.

Malinovskii, N. (1910). Orthodox Dogmatic Theology. Sergiev Posad.

Thayer, J. (1996). Thayer’s Greek-English Lexicon of the New Testament: Coded with Strong’s Concordance Numbers. Hendrickson Academic.

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El diario de San Nicolás Cabasilas

Este blog está dedicado a exponer información histórica y doctrinal de la Iglesia Ortodoxa como también de todos sus santos.